¿Podemos esperar algo de la OEA y la ONU en Venezuela?
No son pocos los venezolanos contrarios al gobierno de Maduro que esperan que, ante la creciente crisis venezolana, y ante la aparente incapacidad de nuestra sociedad y dirigentes de encontrar una solución, esperan que desde el extranjero surja algo que logre destrabar la situación y restaurar la democracia. Pero esta creencia de muchos me ha hecho preguntarme, ¿cuál es el verdadero alcance de organismos internacionales como la ONU o regionales como la OEA en la crisis que vive Venezuela?.
En primer lugar, no debemos olvidar dos elementos centrales que organismos como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tienen: la defensa de la soberanía y la defensa de intereses políticos. El primero lleva a que los países no interfieran directamente en los asuntos internos de otros países, que las presiones contra regímenes dictatoriales se limiten a presiones diplomáticas, comerciales o sanciones, y que intervenciones directas se limite a las mas graves violaciones contra los Derechos Humanos o crisis humanitarias (y aun así, no es raro que esté condicionado a la capacidad o intereses de los países de intervenir) o a la defensa de sus propios intereses nacionales (ejemplo de esto son las innumerables veces que países como EE.UU. y Rusia han interferido en otros países en defensa de sus intereses). El segundo, limita la eficacia de los organismos, que pueden tener entre sus objetivos la defensa de grandes ideales como la paz, la democracia y los Derechos Humanos, pero en la práctica verse limitado a actuar en pos de las necesidades de los gobiernos de turno o los intereses de cada país.
En segundo lugar, debemos recordar la época y el contexto en que fueron creados estos organismos. La OEA y la ONU nacieron en la misma época que comenzó la Guerra Fría, y fueron diseñadas y pensadas en un mundo dividido en dos: las naciones capitalistas lideradas por EE.UU. y las naciones comunistas lideradas por la U.R.S.S. Dos bandos claramente definidos, un mundo bipolar, donde las grandes potencias luchaban para asegurar su influencia sobre lo que consideraban sus «patios traseros» y que terceros pelearán en su nombre (como en las Guerras de Corea, Vietnam o Afganistán). Pero la Guerra Fría hace rato que acabó; ahora tenemos no solo a los Estados Unidos, sino a una China en auge, a la Rusia de Putin, a la Unión Europea, sin olvidar las potencias regionales como las existentes en Medio Oriente (por ejemplo, Arabia Saudi, Iran, etc) o América Latina (Brasil, Chile, México, por ejemplo). Es un mundo multipolar, más complejo, con más intereses en juego, donde es más difícil llegar a acuerdos.
Con todo esto, tampoco digo que no tengan su importancia hoy en día. Organismos como la OEA y, en especial, la ONU, siguen teniendo una autoridad moral. Su crítica contra las violaciones de los gobiernos lleva al desprestigio, y puede tener incluso influencia en la capacidad de estos de atraer inversiones y préstamos que les permita financiarse (más aún cuando se aplican directamente sanciones económicas), que pueden afectar negativamente la economía de los países. Solo hay que ver como las sanciones contra la economía y sector petrolero iraní obligaron al gobierno de ese país a llegar a un Acuerdo para el uso de energía nuclear, o el absoluto aislamiento en el que vive el régimen de Corea del Norte. De ahí los esfuerzos titánicos del gobierno de Nicolás Maduro de evitar que la OEA llegue a un acuerdo que condene la actuación de su gobierno ante las protestas en su contra: porque si ya es difícil conseguir inversiones y préstamos para financiar su gobierno, por la imagen de endeudado y mala paga que ya tiene su gobierno, la cosa sería peor (si es posible) si la OEA o la ONU actúan, ya que ninguna empresa o gobierno importante quiere relacionarse con alguien acusado de dictador y sancionado de dictador (situación que ya está sintiendo este año).
Pero aunque los organismos internacionales puedan influir en la crisis venezolana, no debemos exagerar su alcance. Al final, los gobiernos extranjeros solo actuaran para defender sus intereses, o al menos contener la crisis venezolana en Venezuela; a menos que Nicolás Maduro llegue a niveles de cometer crímenes contra la humanidad, es poco probable que otros países intervengan directamente en nuestro país, y cualquier acto diplomático, comercial o sanción para presionar por la defensa de la democracia, solo funcionara al final si Nicolás Maduro y su gobierno les importa sus efectos o su imagen (cosa que hasta el momento parece darles igual si la alternativa es dejar de gobernar). La crisis venezolana no será resuelta únicamente por la OEA, la ONU, EE.UU. u algun otro «héroe», y es poco probable que una intervención extranjera suceda (o que siquiera nos beneficie); la solución terminará dependiendo de nosotros, los venezolanos, y los organismos internacionales sólo podrán ayudarnos en el camino.