Luego de 52 años de guerra en Colombia, 4 años de negociaciones y varios meses de campaña, eran muchos los que ya daban por sentado (en especial luego de la firma del acuerdo) que el electorado colombiano aprobaría el Acuerdo de Paz, y que una de las guerras más largas del continente tendría su final. No hay duda que la estrecha derrota del Si el día de ayer fue no solo inesperado, sino que abre dudas sobre el futuro de los acuerdos de paz. Por tal motivo, debemos detenernos a pensar las posibles causas que llevaron a este resultado.
En primer lugar, resalta la baja participación en el plebiscito. La abstención en Colombia suele rondar normalmente alrededor del 50%, y dado la importancia de este evento, se esperaba una mayor participación. No solo esto no pasó, sino que la abstención llego a un 62% del electorado. Esto significa que, aparte del impacto que tuvo el huracán Matthew en algunas zonas de Colombia, que dificultaron o impidieron votar, el grueso del electorado no vio ningún motivo que los llevase siquiera, a apoyar o rechazar el mismo, lo que ya de por si nos habla del poco valor que una parte importante de los colombianos pareciera darle al acuerdo.
En segundo lugar, en el diario El País de España se nos da un resumen de los resultados electorales por región. Básicamente, observamos que, en general, las zonas que no han sido afectadas por la guerra rechazaron el acuerdo, mientras que las zonas más golpeadas por la misma lo aprobaron. También se observa que la población joven, aquella de entre 25 a 35 años que vivió los 8 años de gobierno de Uribe, apoyo su discurso de que son un grupo terrorista que solo merece el fuego de las armas y el castigo de la justicia, más que la visión de que son un grupo paramilitar en una guerra convencional que puede acabarse mediante diálogo.
En tercer lugar, podríamos considerar que además de ocurrir el “síndrome del buen encuestado” (responder la respuesta socialmente aceptada y no la que realmente piensas) al momento de desarrollarse las encuestas que daban por ganador al si por amplio margen, también pudiera ser que el apoyo y emoción alrededor de este tratado de paz fuese mayor en la comunidad internacional que dentro de la propia Colombia.
Dadas estas causas, que podemos considerar como los hechos hasta ahora detrás de la derrota del “Si”, es momento de dar mi opinión personal.
Podemos detenernos a debatir si el Presidente Santos cedió demasiado ante las FARC (personalmente, jamás me gustó que les diesen puestos automáticos en el Congreso sin siquiera ser electos), podemos debatir si se pudo hacer un mejor acuerdo o una forma de justicia más apropiada. Pero la realidad que yo veo es simple: es muy fácil para el que vive lejos de la zona de conflicto, cómodo en su casa, el quejarse de tener que llegar a acuerdos con las FARC, de tener que darles cosas como puestos en el congreso, dinero y dejar que participen como Partidos Políticos, y hasta rechazar el acuerdo y apoyar, ya sea que lo digas en voz alta o no, el que continúe la guerra hasta la victoria definitiva contra las FARC. Pero eso es olvidar el sufrimiento de quienes están en la línea del frente, de quienes viven y mueren en el conflicto. Es muy fácil rechazar un acuerdo de paz que pondría fin a una guerra cuando no eres tú el que irá al frente a seguir luchando, y es iluso creer que no se pone el acuerdo de paz en peligro al querer renegociarlo, cuando no veo forma en que se les pueda ofrecer algo a las FARC sin que estas digan “nos están dando peor trato que antes”.
Esperemos, por el bien de Colombia, que las previsiones de quienes apoyaron el “No”, de que presionando a las FARC están aceptarán un acuerdo con peores condiciones para ellas, se llevará a cabo. De no lograrse esto, el que la guerra continúe en un futuro o que queden en un eterno cese al fuego o en una eterna tensión de si regresaran o no a la guerra (como están las dos Coreas, que técnicamente siguen en guerra desde la década de los ‘50) pesará sobre las espaldas de quienes apoyaron votar “No” al Acuerdo de Paz.