Para todo el que vive en Venezuela actualmente, 2016 quedará marcado con una palabra: inflación. Las políticas económicas del gobierno que, siendo lo más amables posibles, han sido erradas, combinadas con la destrucción de la capacidad productiva del país, la impresión de bolívares inorgánicos, el …
Tras el repentino anuncio de la salida de circulación de los billetes de Bs. 100 en un plazo de 72 horas, y su extensión hasta el 2 de enero una semana más tarde luego de las protestas que afectaron a varias regiones del país, el …
La semana pasada, Venezuela quedo marcada por una simple palabra: caos. Caos monetario por la abrupta e ilógica medida de Nicolás Maduro de eliminar de golpe el billete de máxima denominación (el de Bs. 100) sin tener todavía su reemplazo en el país; caos financiero ante una banca que sin aviso previo, tenía que cambiar todos billetes de Bs. 100 (por lo menos la mitad de todo los bolívares del mercado) por otros que, o bien no tenían todavía (porque los nuevos no han llegado) o porque no les alcanzaba (con todas las demás denominaciones ya existentes); y caos general en la población, al ver que su dinero en efectivo ya no tendría valor y no entender que hacer al respecto por los confusos mensajes del gobierno. Por todo esto, no es raro que terminasen estallando protestas en el país como consecuencia de una medida que, a todas luces, no fue pensada ni meditada en lo más mínimo, y me ha llevado a preguntarme, ¿qué podemos concluir de las protestas que vimos?
Lo primero a señalar es una teoría que personalmente yo desde hace mucho tiempo llamo “primero Caracas, luego todo lo demás” (aunque en los ultimos meses parece haber degenerado en «primero Caracas y luego, si queda algo, todo lo demas»), que es la tendencia del gobierno de priorizar ciegamente la capital, aun a costa de sacrificar al resto del país, como forma de asegurar su poder. Por tal motivo, los servicios de electricidad, agua, finanzas, internet, abastecimiento de comida, medicinas, gasolina, todo lo que garantice el funcionamiento de una sociedad deben funcionar bien en Caracas, para dar una imagen al mundo de que todo funciona en Venezuela, y como forma de evitar protestas que amenacen la estabilidad del gobierno. Y dada la crisis actual del país, si ya no puede funcionar bien, que funcione como sea pero que funcione (por tal motivo, si son extranjeros, les aviso, si ven que Caracas está mal, lo más seguro es que en el resto del país estén peor). Por tal motivo, al ser Caracas la sede de los poderes públicos, la mayoría de las empresas y todos bancos de Venezuela, se hizo más fácil asegurar el depósito de los billetes de Bs. 100 en los bancos públicos y privados, y posteriormente, en la sede del Banco Central de Venezuela (BCV), que lo que una persona en el estado Táchira o Bolívar, bien lejos en las fronteras con Colombia o Brasil, podía (al punto que en cierto momento se le hizo imposible). Por esto, no es raro ver como las protestas en cierto punto parecieron, literalmente, iniciar en todo el país menos en Caracas que mantuvo la «normalidad» (al menos lo normal de la actual crisis), ya que todo el país vio como el fin del billete de Bs. 100 los dejo con montañas de dinero sin valor sin formas de cambiarlos, mientras los caraqueños todavía tenían la esperanza de ir a la sede del BCV y depositar su dinero.
Lo segundo que se vio es que quienes protestaron son las personas que usan mayoritariamente (o unicamente) dinero en efectivo. Venezuela es un país donde la mitad de la población no está bancarizada, no tiene ninguna cuenta en algún banco y no puede hacer ninguna transacción si no es en efectivo, y con la inflación venezolana fuera de control, eso los obliga a vivir únicamente con billetes de Bs. 100. Adicional a esto, es imposible negar la existencia de los contrabandistas, que al aprovechar los absurdos controles de precio y cambio de divisas de Venezuela, usan montañas de billetes de Bs. 100 para contrabandear desde la gasolina venezolana (una de las más baratas del mundo) a alimentos y medicinas a Colombia y Brasil. Estos dos grupos, que, por definición, tienen todo su dinero en efectivo y en billetes de Bs. 100, vieron como casi de la noche a la mañana, el gobierno les dijo “todo su dinero ya no tendrá valor alguno”, así que cuando finalmente se hizo imposible seguir cambiando los billetes de Bs. 100 en los bancos públicos y privados y solo se podía hacer en las sedes principales del BCV, que solo tiene en Caracas y Maracaibo (la primera y segunda mayores ciudades del país, respectivamente), naturalmente, todos los venezolanos del resto del país que no podían darse el lujo de viajar a esas ciudades con maletas de dinero, vieron como ahora todo su dinero ya no tenía valor alguno, como ya no podrían cambiar y como ya no podían comprar nada, y ahí finalmente estallaron las protestas en el país.
En tercer lugar, tenemos lo que yo llamaría el “perfil” de los “protestantes”. A diferencia de lo que paso en el bloque soviético entre las décadas de los 80 y 90, donde las personas protestaron por las crisis de sus países y las fallas del sistema o la Primavera Árabe, que protestaron por los problemas economicos y contra sus dictaduras, y donde estos desembocaron en pedidos para cambiar la forma en que funcionaba sus gobiernos y a mayores libertades democráticas, lo visto en Venezuela el pasado fin de semana se reduce a un “mi dinero no vale nada y no tengo como comprar nada”, degenerando en simples saqueos, que solo destruyeron negocios que ya la tenían difícil para seguir funcionando en plena crisis (y que probablemente la mayoria no sobreviva a esto), y que no tienen forma alguna de desembocar en protestas que exijan efectivamente mayor democracia y libertades de parte del gobierno venezolano. Son personas que, o bien ven que ya tienen difícil comprar comida o medicinas, que les cuesta mucho trabajo conseguir dinero para sus familias, que solo tienen dinero en efectivo, y que de repente el gobierno hace que ese dinero no tenga valor y no tengan como cambiarlo, y por ende ya no tienen como alimentarse; o bien, son grupos de criminales que viven del contrabando u otras actividades ilícitas y que de golpe ven como sus montañas de billetes de Bs. 100 ya no tienen valor. Pero en última instancia, más que protestantes, son personas furiosas por la pérdida de valor de todo su dinero, que no tienen nada más que dinero en efectivo, que no tenían forma de cambiarlo por algo que protegiese sus ahorros, y que desean poder acceder los bienes y servicios que tanto cuestan hoy en día. No son protestan que busquen defender la democracia y libertad que el gobierno venezolano ha amenazado, y en la medida que el gobierno logre asegurar el valor de su dinero y darles acceso a comida y medicina, dichas protestas se calmaran y no llegaran a nada mas. Más aun, solo sirve para recordarnos los problemas que tiene la oposición venezolana, de dirigir efectivamente la mayoría popular que se sabe tiene con respecto a un gobierno cada vez mas impopular, de canalizar la rabia de la mayoría de venezolanos por la crisis económica hacia los verdaderos culpables de la misma, y el éxito del gobierno de evitar que los saqueos degeneren en algo que amenace su poder en la medida que puedan darle algo de comida a la gente. El qué pasara el día en que el gobierno finalmente no tenga manera alguna de seguir inventando “sobre la marcha” y no pueda darle nada a la genta para calmarla, eso no se puede decir con seguridad, pero por cómo va la crisis, sabremos esa respuesta más pronto que tarde.
En definitiva, lo que podemos concluir de lo sucedido la semana pasada es que quienes se alegraron en las redes sociales la semana pasada al ver los terribles saqueos en ciudad Bolívar, que pensaron que esto era el comienzo de algo, solo están dejando que sus deseos los cieguen ante la realidad. Estos saqueos son producto de la rabia por la crisis monetaria autogenerada por el gobierno y el no poder comprar ya nada, saqueos que el gobierno puede, con los recursos que le quedan, calmar sin que pase a mayores (por algo le devolvió vigencia hasta el 2 de enero al billete de Bs. 100 y no sería raro que en esa fecha extienda el plazo) y que demuestra que la oposición debe buscar formas de canalizar la molestia de las personas, y dirigirlas de manera que en vez de destruir inútilmente las ciudades y herir o matar personas que ninguna culpa tienen de la crisis, sirva para recuperar la democracia, nuestras libertades y derechos, e iniciar la reconstrucción del país. En la medida que la oposición no logre esto, el gobierno tiene garantizado que los saqueos y protestas no lo perjudicaran siempre que, al final, pueda seguir alimentando a la población.