The Crown – El Peso del Deber [Análisis]

The Crown – El Peso del Deber [Análisis]
El siguiente artículo es el guión del video que puedes ver aquí.

Aunque en 2022, series como House of the Dragon, Rings of Power o Andor han acaparado la atención del público, una de las que más esperaba ver era la quinta temporada de The Crown, el exclusivo de Netflix que narra el reinado de Isabel II.

El cómo nos presentan la manera en que cumplio sus deberes como monarca, y el impacto que tuvo sobre su familia, nos ha dado una trama (con tintes telenovelescos) de lo más interesante, por lo que hoy les voy a hablar precisamente de estos temas, para explicar porque esta me parece unas de las series más interesantes del momento.

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EL PESO DEL DEBER

The Crown sigue la vida de la reina Isabel II del Reino Unido, así como la historia de la familia real británica durante su reinado. La serie inicia poco antes de su coronación en 1952, cuando todavía era la joven princesa heredera del rey Jorge VI, y se desarrolla a lo largo de las décadas siguientes, mostrándonos cómo evoluciona la monarquía británica, enfrentando los distintos desafíos personales y políticos que surgen en el camino, y que constantemente los pondrán a prueba para preservar esta antigua institución, en un mundo que cambia con cada vez mayor rapidez.

Antes de continuar, quiero hacer una pequeña advertencia, y es que los comentarios que haré sobre Isabel II, el príncipe Carlos (el actual rey) o la princesa Diana, los haré a partir de sus personajes en la serie de The Crown, no de las figuras históricas de la vida real.

Aclaro esto porque, aunque The Crown es un drama que se toma bastantes licencias para narrar su trama, y nunca ha pretendido ser un documental preciso, si toma como base varios hechos históricos (la abdicación de Eduardo VIII, el amorío de Carlos, etc), para crear su historia, por lo que es fácil confundir el drama de la serie con los hechos reales.

Hecha la advertencia, lo que más disfruto de The Crown es la interpretación que dan, a lo largo de las décadas, de la reina Isabel II, que ha sido interpretada por Claire Foy en su juventud, Olivia Colman en su adultez, y actualmente por Imelda Staunton en su vejez.

Isabel II es presentada como alguien que creyó ciegamente en el papel simbólico del rey (o reina en su caso) y de la monarquía en la sociedad británica: la representación física del ente incorpóreo que es el Estado, designada por Dios para ejercer ese cargo, que tiene como trabajo la defensa de todas las tradiciones, ideales y costumbres de la sociedad, por lo que jura, desde su juventud, servir a su país mediante la monarquia, por encima de todo lo demás, al creer firmemente en la importancia que su labor como reina tiene para su pueblo.

Este apego tan ciego a los ideales que representa la monarquía en Isabel II tiene su origen en los escándalos anteriores a su reinado. En 1936, su tío, Eduardo VIII, quien originalmente era el heredero a la corona de Jorge V (abuelo de Isabel II), creó toda una crisis constitucional, al querer casarse con Wallis Simpson, una celebridad estadounidense que ya se había divorciado 2 veces.
Para la sociedad británica de la década de los 30, aunque el divorcio era técnicamente legal, seguía siendo visto como algo inaceptable, de mal gusto, impropio de buenas personas, por lo que la idea de que el rey del Reino Unido no solo se se casara con una plebeya extranjera, sino una divorciada, era simplemente inaceptable, por lo que el deseo de Eduardo VIII de casarse creó una crisis, no solo de imagen, sino constitucional (al requerir la autorización de un parlamento que no se lo quería dar), que puso en riesgo a la monarquía, y forzó su abdicación para poder casarse con la mujer que amaba.

Este escándalo, que llevó inesperadamente a su hermano Jorge VI, padre de Isabel II, al trono, sumado al recuerdo de como la Primera Guerra Mundial llevó a la caída de varias monarquías europeas, algunas de ellas de forma violenta, marcó la visión de Isabel II de cuál era su trabajo como reina, llevándola a ser una defensora de los ideales que representa la monarquía, al grado de imponer a toda su familia el apego estricto a sus deberes, aun por encima de sus preferencias y gustos personales, para así evitar cualquier atisbo de un escándalo similar al de Eduardo VIII.

Aunque este apego a las tradiciones era la respuesta correcta para la sociedad británica de 1952, The Crown nos muestra como poco a poco va dañando la relación de Isabel II con su familia. De entrada, porque la monarquía británica, en principio, exige un nivel de compromiso constante, a actuar de una determinada forma, una que se vio reforzada por la defensa de Isabel II a las tradiciones, cediendo solo cuando ya no quedaba otra opción (por ejemplo, el divorcio).

Esto causó que la relación con su familia fuese complicada, ya que siempre que debía elegir entre el deber y la felicidad de sus seres querido, Isabel II tendía a elegir lo primero, impidiendo que su hermana se casara con el amor de su vida, que su esposo viviera siempre bajo la sombra de su reinado, y que sus hijos tuvieran que casarse acorde a las tradiciones de la nobleza, no con quienes les hicieran más felices, solo por mencionar algunos ejemplos

Pese a todo esto, creo que la serie logra transmitir muy bien la idea de que, pese a haber priorizado demasiado sus deberes por encima de su familia, lo hecho por Isabel II era lo necesario para preservar a la monarquía como institución, sin olvidar que siempre supo cuándo aceptar cambios, aunque fueran ligeros y tras mucha insistencia. El problema fue mantenerse tan apegado a esa estrategia durante demasiado tiempo.

Si algo nos enseña la historia es que hay decisiones que son equivocadas, no porque no respondiese bien a una necesidad puntual de un momento determinado, sino por mantenerlas demasiado tiempo, volviéndose eventualmente en el origen de toda una serie de nuevos problemas.

En el caso de Isabel II, ser una defensora estricta de las tradiciones, y tomarse en serio hasta la última letra de todos los ideales que representa la monarquía para un país, era la respuesta correcta para la sociedad británica de 1952. Pero cuando esa defensa férrea de las tradiciones sucede en la segunda mitad del siglo XX, una de las épocas de mayores cambios políticos, económicos y sociales de la historia humana, ser un defensor férreo de las tradiciones te vuelve, con el paso de los años, en alguien cada vez más anticuado.

Y es precisamente este último tema lo que más esperaba de The Crown, cuando empecé a ver la serie en 2017: ver cómo los ideales que guiaban a la joven reina de 1952, y que le permitieron ganarse el apoyo de la población británica, la convirtieron en la vieja monarca de 1992, tan apegada a unas tradiciones e ideales tan anticuados, que cada vez más era vista como una reliquia del pasado, que ya no entendía a la sociedad británica de su tiempo.

Esta última temporada nos muestra que, aunque la sociedad británica espera que la monarquía sea una representación de los ideales que toda persona y familia debe aspirar, esta idea de cuales son los “ideales” no es permanente, sino algo que cambia con el tiempo.

Cuando Isabel II se coronó en la década de los 50, se esperaba que la monarquía fuera una representación de una familia perfecta, defensores estrictos de los valores y tradiciones que todo buen cristiano debía seguir, personas que se mantuvieran alejados de los asuntos y problemas del día a día. Pero ya en la década de los 90, vemos cómo ese ideal había cambiado por completo, con una sociedad más abierta al matrimonio de un noble con un plebeyo, o al divorcio, y que esperaba una monarquía que se sintiera más en contacto con la población, y menos apegada a seguir ciegamente viejas tradiciones.

Nada demuestra mejor este conflicto entre los viejos ideales de Isabel II, y los cambios que vio con el pasar de los años, que su enfrentamiento con la princesa Diana, ya que ella se nos presenta como alguien en sintonía con los valores actuales de la sociedad, que tiene facilidad para conectar con las personas, con una calidez y personalidad de la que carece el resto de la monarquía, dando una cara mucho más moderna y popular de esta, mientras que Isabel II, se encuentra tan cegada por su defensa estricta de las tradiciones, que se niega a reconocer que la sociedad británica cambio.

En la quinta temporada, son muchos los momentos en que este apego a la tradición en Isabel II se hace evidente, como su rechazo inicial a cambiar su vieja televisión conectada a la televisión pública, a una más moderna con canales por cable, o su insistencia en que el gobierno renueve el yate real, negándose por completo a entender que no había forma de presentar ese gasto público sin generar malestar entre los ciudadanos.

Pero donde más se vio esto fue en la pelea entre los príncipes de Gales, Carlos y Diana. Desde muy temprano en la quinta temporada, nos queda claro que ese es un matrimonio que no tiene arreglo, que la única solución saludable es el divorcio, pero como este requiere el permiso de Isabel II, ella se niega darlo, porque la tradición prohíbe que el futuro rey, y jefe de la Iglesia de Inglaterra, se divorcie, insistiendo más en que llegaran a un acuerdo, y en el peor de los casos, que vivieran separados, pero todavía casados.

No fue sino cuando, a los ojos de Isabel II, las peleas públicas entre Carlos y Diana hacian más daño que la idea de un divorcio, que finalmente aceptó, y a regañadientes.

The Crown se ha dedicado, en sus primeras cincos temporadas, en presentar a Isabel II, en construir como dedicó toda su vida a defender de una determinada forma a la monarquía, una que pudo estar acorde a los valores y principios del Reino Unido de 1952, pero que con el pasar de los años, se fue volviendo cada vez más anticuada.

Ya desde hace varias temporadas vemos las grietas en la defensa de la monarquía por parte de Isabel II, unas que han llegado a su punto de quiebre con el matrimonio fracasado de Diana y Carlos, y que ahora finalmente explotara en la próxima temporada cuando fallezca la princesa Diana (perdón por spoilear un evento histórico de hace un 1/4 de siglo).

Un adelanto de lo que podríamos esperar lo tuvimos en la película The Queen, de 2006, cuyo guión fue escrito por Peter Morgan, quien actualmente es el creador y productor ejecutivo de The Crown.

En esa película, que narra la respuesta de la monarquía a la muerte de Diana, vemos como el apego de la reina a las tradiciones sufre su punto de quiebre, cuando finalmente la población le exige, en una forma que ella jamás había esperado, que de una respuesta más humana, cálida, y en última instancia, moderna, al fallecimiento de alguien tan querida como Diana, al grado de que genuinamente hubo temor de que, de no cambiar la respuesta oficial, de seguir actuando como si esto fuera el siglo XIX, la imagen de la monarquía, y su mera existencia, sufriera un daño irreparable.

El como The Crown ha ido construyendo el camino hacia este punto de quiebre, dando todo el contexto histórico que llevó a ese suceso, para ver como finalmente explota, y fuerza a Isabel II a aceptar que, al haber estado tanto tiempo en el trono, su visión de los valores británicos ya no estaba alineado con los de la población, es lo que ha hecho a esta serie tan fascinante, y me deja con ganas de ver el enfoque que The Crown dará a esta tragedia.

Otro elemento que me ha gustado, es que la serie ha hecho un enorme esfuerzo en presentar, de la forma más imparcial posible, la pelea entre Diana y Carlos.

En vez de caer en lo fácil, decir que Carlos era un villano con un malévolo plan para arruinarle la vida a Diana, nos muestran más bien que fue un acto de cobardía, que al estar en la misma situación que su tío abuelo Eduardo VIII, de amar a una mujer que el resto de la familia real no apoyaba como esposa del futuro rey, y casarse aun a costa del trono, Carlos prefirió ceder, casándose con Diana, pese a que no la quería de la misma forma, solo porque era percibida como una esposa (y futura reina) más apropiada que Camila Parker Bowles.

CONCLUSIÓN

Algo que ha logrado The Crown, a lo largo de sus cinco temporadas, es que nos ha dado una visión única de la monarquía británica, y de los retos que genera a sus miembros ser parte de esta institución.

A simple vista, puede parecer una vida de lujos con gastos pagos por el gobierno, sin ningún tipo de trabajo real. Pero en la práctica, implica apegarse a un comportamiento y deberes que son constantes, a estar siempre pensando en cómo proteger a la monarquía, para evitar escándalos que la destruyan, en un proceso que simplemente es insostenible para la mayoría.

The Crown nos muestra como la reina se volvió alguien excepcional para la historia, no por tener poder real sobre su país (que fuera del simbolismo no existe), sino por que cumplio a la perfeccion con todo lo que exige el cargo de reina, a un grado que muy pocas personas, incluidos sus propios hijos, podrían alcanzar, dándole una estabilidad a la monarquía que, bajo el liderazgo de cualquier otra persona, podría no haber sido posible.

Solo por ver el camino de princesa heredera a joven reina, de alguien que creyó en todo el ideal de la monarquía, y que construyó toda su vida en defensa de dicho ideal, y como poco a poco, al paso de las décadas, esas defensas se van volviendo obsoletas, hasta que la tragedia la fuerce a cambiar bajo riesgo de perderlo todo, es lo que hace tan fascinante a esta serie.