¿Estados Unidos invadiendo Venezuela?
«Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida la militar si fuera necesario», con estas palabras, Donald Trump agregó un nuevo e inesperado factor a la crisis venezolana, como lo es la amenaza de una intervención militar de parte de los Estados Unidos, pero ¿Es realista esta posibilidad?
Foto cortesía de The U.S. Army
La crisis político, económico y social de Venezuela este 2017 escaló a un nuevo punto con las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, que duraron más de 120 días y dejaron más de 100 muertos, a manos de cuerpos de seguridad del Estado (Guardia Nacional o Policía Nacional) y/o de seguidores del gobierno (los llamados «colectivos»), que evidenciaron, como nunca, antes el rompimiento de la democracia venezolana, al punto que, hoy día, son muchos los países que consideran al gobierno venezolano una dictadura, y han decidido desconocer sus actos que sean contrarios a la Constitución, exigiendo que se llegue a una solución política, negociada y, mas que nada, pacífica, a la crisis.
Los países de la región han mostrado su preocupación ante los sucesos de Venezuela y su deseo de colaborar para llegar a una solución pacífica, no solo por la gravedad de la misma, sino por el innegable impacto que conllevaría, por ejemplo, si se desata una ola de refugiados venezolanos. Como es natural, entre los interesados en dar con alguna solución están los Estados Unidos. Pero a diferencia de George W. Bush y Barack Obama, que en general trataron de ignorar los ataques verbales de la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, Donald Trump ha sido fiel a su estilo de ser directo, diciendo que entre las opciones contempladas por Estados Unidos, está incluida la militar de darse el caso.
Lo primero que hay que destacar es lo peligroso de estas palabras. Hay una razón por las que Bush y Obama jamás respondieron directamente a la montaña de críticas e insultos de Chávez y Maduro: no dar armas retóricas. Mucho del chavismo se basa en tapar los problemas reales del país, en distraer a la gente, ya sea con el clientelismo y el rentismo petrolero (que son su base para mantener el poder) o con el discurso socialista y antiimperialista. Constantemente el chavismo le ha echado la culpa de los problemas de Venezuela, de América Latina y del mundo, al «imperialismo estadounidense» o directamente a los Presidentes de turno de ese país. Entonces ¿Por qué darle argumentos al chavismo con tal discurso? Bush y Obama prefirieron ser mas prudentes, a diferencia de Trump que le ha dado a Nicolás Maduro argumentos para decir «Estados Unidos me quiere derrocar, únanse a mí para defender la patria» o para demostrar, con «pruebas en mano» que la crisis de Venezuela es culpa de Estados Unidos.
En segundo lugar, tenemos el hecho de que Trump ganó la Presidencia con un discurso aislacionista y nacionalista, totalmente contrario a la idea de enviar tropas al extranjero, mas aún cuando en años recientes EE.UU., ha preferido gastar millones de dólares en usar misiles y drones para combatir terroristas antes que arriesgar la vida de sus soldados y pilotos en el campo de batalla. Quien comprenda lo difícil que debe ser para cualquier político estadounidense explicarle a sus ciudadanos la necesidad de enviar sus tropas a arriesgar la vida en el extranjero, o que perciba la lenta, pero progresiva, renuncia voluntaria al liderazgo mundial que EE.UU. lleva haciendo desde hace algunos años, sabrá que es improbable que invada, no solo a Venezuela, sino cualquier país, sin una muy buena justificación, mas aun cuando los horrores de Afganistán e Irak siguen frescos en la memoria estadounidense .
En tercer lugar, la estrategia militar es una opción rechazada por la región y además, innecesaria. Las cancillerías de varios paises de America Latina rechazaron de inmediato la opción de una intervención militar estadounidense en Venezuela, por lo que Donald Trump no solo terminó obligando a esas naciones a tener que defender una posición que beneficia al régimen de Nicolás Maduro, sino que debilitó el consenso (o al menos el éxito mediático) de la Declaración de Lima, donde 12 Cancillerías de la región declaron que Venezuela no tiene una democracia, desconocen los actos emanados de la Asamblea Nacional Constituyente de Nicolás Maduro, e instan a tomar medidas en defensa de la democracia venezolana. El aislamiento diplomático que está sufriendo el régimen de Maduro, las dificultades de pedir préstamos por el desprestigio internacional, y las sanciones que sufren miembros del Gobierno venezolano, sumado a la crisis de la economía, han logrado en los meses recientes aislar al régimen, ejerciendo presión al punto en que, se verá obligado a hacer concesiones reales y negociar, o tendrá que sufrir, tarde o temprano, las consecuencias del colapso total de la economía (y la crisis social y humanitaria que le seguirá) que el país sufrirá como consecuencia de las políticas del chavismo. Un discurso belicoso por parte del propio Presidente de EE.UU., solo distrae de estos logros, reduce el consenso regional en torno a la defensa de la democracia venezolana y la enfoca en la defensa de la soberanía venezolana (lo que beneficia a Nicolás Maduro), y da armas al régimen venezolano para defenderse y alargar su permanencia en el poder.
Con lo anteriormente expuesto, Donald Trump ha demostrado que sigue siendo un novato en lo que a diplomacia y política se refiere. Pareciera tener un talento natural para decir «algo» que ponga en peligro los consensos diplomáticos que muchos considerarían difíciles de alcanzar. Ya ocurrió cuando, inmediatamente luego de lograr una votación unánime a favor de más sanciones contra Corea del Norte, (logrando el apoyo incluso de China, aliada de ese país y contraria a una guerra) salió prometiendoles «fuego y furia»; y ahora con la posibilidad de una «intervención militar» justo luego del consenso alrededor de la Declaración de Lima, y el reconocimiento internacional de que Venezuela vive bajo un régimen totalitario. Con sus palabras no solo promete algo que a todas luces es improbable que Estados Unidos realice, sino que distrae de los problemas y soluciones reales de Venezuela, en un acto que solo beneficia a Nicolás Maduro, y le permite lograr algo en lo que es más experto: ganar tiempo y permanecer en el poder. El gobierno de Estados Unidos debe tener un discurso mas apegado a lo que realmente puede hacer, que permita seguir ejerciendo la presión de las sanciones y aislamiento que ya sufre el régimen de Nicolás Maduro, y que acreciente el éxito alcanzado.